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Es verdad que siempre he acompañado a otros a debutar una distancia, pero esta vez fue realmente distinto, tal vez porque la debutante (la leprosa @claudiacozzoni) ya había corrido 21 kilómetros, tal vez por la particularidad del circuito, tal vez porque yo la había entrenado para tal cometido, si se me permite el uso inadecuado del verbo.

La cuestión es que después de un día lluvioso y oscuro, la largada nos recibió a pleno sol. Lo destacado de este medio maratón es el cruce del puente Rosario-Victoria sobre el imponente Rio Paraná a estas alturas, sus repechos trepan 60 metros en menos de un kilometro convirtiéndolo en un ineludible desafío. El viento se nota allí arriba y su anchura fija hace que los demorones te impidan mantener un tranco ágil y continuo. Así y todo, con la ansiedad que provoca ubicarse en el brete, salimos sorteando cuanto corredor se nos pusiera adelante. La primera de las subidas la llevamos con honor y distraídos, pero la segunda –a unos 5 kilómetros- nos impuso abrir la boca en busca de aire nuevo. Cuando logramos dominar el puente nos esperaba –aún- la mitad de la carrera. Miro el reloj, vamos rápido. 21k_Puente 01

La rodilla, bah, el nervio peroneo, ahí sobre la cabeza del peroné, comenzó a apuñalarme la pierna; a decir verdad lo vino haciendo toda la semana anterior, resultado de un Medio Ironman y una Maratón de 42 kilómetros los fines de semana previos. Le digo a Claudia –tranquila negra, vamos bien, regulemos hasta la Pileta Alem. Me hace el gesto de ok pero es una seña autómata, involuntaria, hasta irreflexiva, creo que no me escuchó ni una sola palabra.

El calor empezó a golpear por La Florida y me di cuenta de que íbamos ajustados, a decir verdad yo venía medio regalado, pero el ímpetu de Claudia me distrajo del dolor. Cuando faltaban unos 6 kilómetros intento un cambio de ritmo pero la maquina estaba al tope, decido llevarla parejo hasta el kilometro 20. Advierto que quedan las terrazas que persiguen a la bajada Escauriza, son tres, cortitas, pero endemoniadamente duras después de correr casi toda la carrera. Las trepamos como pudimos, con más ganas que técnica. Ahí está el cartel de 20 kilómetros –me grita Claudia, como quien ve agua en el desierto. Faltando 500 metros, el curvon nos recibe en plena algarabía –Ahora quiero que uses la cabeza- le digo a la debutante con ademan competente. Cruzo la línea y la veo que cierra los ojos como quien disfruta una victoria para sí, como quien se guarda todo eso para paladearlo despacio. Yo me deleito con su victoria, en cierta forma también es mía. (finis)